Después de un lapso temporal de asimilación de los gravísimos hechos acontecidos el pasado día 11 de septiembre, me decido a escribir en este ensayo algunas de mis reflexiones, nacidas de la experiencia interior y de su conexión con los acontecimientos sucedidos.

José Antonio Delgado González, Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad Europea de Madrid, c/ Nueva nº 4, 28400 Collado Villalba, Madrid, España. [Teléfono: 918493432. Móvil: 670363349. Correo electrónico: This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.]


Ahora que está próximo el
fin del mundo, conviene abrir
el corazón al Sol Naciente.

Ph. O. Runge, 1801

Cuando consideramos la historia
De la humanidad sólo distinguimos
La capa más superficial de los
Acontecimientos, enturbiada, además,
Por el espejo deformante de la tradición.
Lo que ha ocurrido en el fondo escapa
Incluso a la mirada más escrutadora del
Historiador, pues la propia marcha de la
Historia está profundamente oculta, al ser
Vivida por todos y estar enmascarada a la
Mirada de cada cual. Está hecha de vida
Psíquica y de experiencias privadas y
Subjetivas en grado máximo. Las guerras,
Las dinastías, las transformaciones sociales,
Las conquistas y las religiones no son sino
Los síntomas más superficiales de una actitud
Espiritual fundamental y secreta del individuo,
Actitud de la que él mismo no tiene conciencia y
Luego escapa a la mirada del historiador.

C. G. Jung. Los complejos y el inconsciente.

De acuerdo con el principio de sincronicidad,
los procesos internos que suceden en lo
inconsciente y los acontecimientos objetivos
que le suceden al individuo son las dos caras
de una misma moneda. Es decir, los segundos
no serían sino el reflejo de los cambios que se
están produciendo en la psique personal.
Por lo tanto, todas las manifestaciones de la crisis
ecológica actual no serían sino el reflejo
del estado de la psique inconsciente del Individuo
(todos los hombres y mujeres) Moderno.
Y, tal como sucede con los problemas psíquicos individuales,
estos se han de transformar con la necesaria
toma de conciencia. Y esto no se produce a menos
que se adopte una actitud psicológica de profundización.

El autor.

Después de un lapso temporal de asimilación de los gravísimos hechos acontecidos el pasado día 11 de septiembre, me decido a escribir en este ensayo algunas de mis reflexiones, nacidas de la experiencia interior y de su conexión con los acontecimientos sucedidos.

Unos meses antes de que sucediera el aciago acto de barbarie, tuve una serie de sueños que aún no abarco en su totalidad y en los cuales estoy trabajando. En varios se mostraban escenas bélicas. Uno de ellos reproducía la lucha entre dos mujeres, una de cabello oscuro y la otra rubia. La escena tenía lugar en Oriente Medio y tras un período de reconciliación, estas mujeres decidieron asearse en la compañía de dos hombres árabes. En otro sueño aparecía una escena en la que todo un bosque era arrasado por la mano del hombre occidental. El sueño estaba ambientado en algún lugar del continente Africano y/o Sudamericano.

Estos sueños, junto con una serie de unos veinte más, se produjeron en un momento de mi vida en el que estaba conectando mis conocimientos de psicología profunda con los de la carrera que había cursado, Ciencias Ambientales. Pero, lo que me parecía aún más importante, se trataba de la fase final de lo que los alquimistas denominan la nigredo, con un increíble cúmulo de tensiones. Se había abierto una brecha al mundo de lo inconsciente y una ingente cantidad de contenidos, provenientes de lo inconsciente colectivo, estaba aflorando a la superficie. De hecho, hubo un momento en el que pensé que iba a enloquecer. Me apresuré a tomar nota de todo cuanto afloraba, a darle forma en poesías, en escritos filosóficos e incluso "científicos", llevando un diario exhaustivo. Dibujé varios mandalas, así como imágenes que surgían de la práctica de la imaginación activa.

Después de varios meses con multitud de sueños de carácter arquetipal, la actividad de lo inconsciente cejó y comencé a trabajar sobre esa materia bruta. No sabía entonces (y apenas tengo una pequeña vislumbre hoy) que esa experiencia iniciática se relacionaba con la situación del mundo actual.

Pude observar, eso sí, que la actual crisis ecológica (y las sucesivas guerras en Oriente Medio) eran una muestra palpable de la errónea orientación de la conciencia del hombre occidental.

Con el transcurso de los meses me fui dando cuenta de que las circunstancias en las que me encontraba, estaban sufriendo una transformación, a pasos agigantados. La estructura de mi hogar y familia se deterioraba por momentos.

Y al llegar el 11 de septiembre, tuve lo que podríamos llamar varias experiencias de sincronicidad. Al acostarme el día anterior al aciago suceso me encontraba agitado e inquieto. Tardé mucho tiempo en conciliar el sueño y tuve una gran actividad onírica, lo que me impidió dormir profundamente, como es mi costumbre después de una apretada agenda.

El día 11 era el cumpleaños de mi padre y debía llamarle por teléfono, desde la oficina, para felicitarle. Sin embargo, habíamos discutido con vehemencia unos días atrás, debido a que mi actitud no se ajustaba a lo que él consideraba correcto (mi padre se rige por las pautas colectivas del superego).Yo estaba (y estoy) atravesando un período de cambio, en el que debía observar la constelación de ciertos contenidos inconscientes, por lo que necesitaba un mayor espacio vital, tranquilidad y soledad para el trabajo introvertido de toma de conciencia.

Esa discusión y mi necesidad de introversión, junto a las pocas ganas de hablar con mi padre, cristalizaron en mi olvido de llamarle durante la mañana.

Entonces, a las tres de la tarde, hora española, supe de la tragedia. En ese momento enmudecí por el impacto de la noticia. Una sensación de malestar general se adueñó de mí y un pensamiento relámpago se introdujo en mi conciencia: ya ha empezado a manifestarse la transformación.

Después de varios días de meditar, contemplar y elaborar algunas de mis intuiciones y estados de ánimo, además de la resonancia del acto de barbarie acontecido, que como las ondas sísmicas de un terremoto, afloraron a la superficie de mi consciencia, pude vislumbrar, como por un ojo de buey, lo que esto significaba para mí.

De acuerdo con mi carta natal mi signo solar es Piscis. La casa XII, la de Piscis, está plagada de planetas (entre ellos la Luna, que simboliza el anima, el mundo instintivo y el mundo de la fantasía). El regente de mi signo solar está en aspecto con el corregente de mi ascendente.

Para los que no estén familiarizados con el contenido simbólico de la astrología, esto viene a significar una extraordinaria apertura a lo inconsciente colectivo. Puede expresarse diciendo que se dispone de un sismógrafo de alta precisión, o bien, de una antena parabólica que registra las ondas emitidas casi en cualquier longitud de onda. Estos ejemplos, claro está, no son sino aproximaciones, más o menos burdas, a un hecho que en sí mismo no deja de ser enigmático.

Los habitantes del interior están a salvo de las inmediatas consecuencias de los movimientos sísmicos. Pero, los que habitamos en las inmediaciones de los bordes de placa psíquicos, nos encontramos en la difícil situación de tener que afrontar las consecuencias de estos peligrosos movimientos en nuestras vidas individuales y subjetivas, en primera instancia.

Durante toda la semana estuve "descentrado", tal y como lo calificó mi querida amiga Grete, una compañera de trabajo excepcional. En efecto, había sufrido un azote y estaba desestabilizado. Con un humor de perros, enfadado, proyectando sobre mis compañeros los contenidos de mi propia sombra. Se había activado el mecanismo de aferrarse a lo viejo, sin dejar paso a lo nuevo.

Ayer mismo, después de ver la reacción del presidente de Estados Unidos, amparada por la mayoría de los países desarrollados, me di cuenta de que esa había sido mi actitud durante esta última semana.

Si reducimos al mundo a las dimensiones de un solo individuo, podríamos hacer el siguiente paralelismo. Estados Unidos, representante del poder y del control del ego colectivo, se ha visto golpeado y mancillado por su sombra, los países de Oriente Medio.

La carta del Tarot número 11, tal y como nos lo explica Sallie Nichols, simboliza La Fuerza. La imagen de esta carta es una mujer mortal, vestida "según la moda de la época". Es una mujer extraordinaria que está dominando a un león. Esta mujer es la figura de la feminidad arquetípica, del anima. Para expresarlo con Withmont se trata de la "Gran Diosa". Es muy probable que el aspecto terrible, violento y devastador del arquetipo de la Gran Diosa se haya constelado, siendo la manifestación del mismo el ataque contra las torres gemelas (Géminis, los hermanos gemelos) y el pentágono (símbolo de pentacles, signo del microcosmos, que es símbolo de la vida universal, y representa también al ser humano. Con las puntas hacia arriba simboliza al hombre primordial, e invertido es signo de apocalipsis y exterminio. El pentacles pertenece a la quinta Esfera del Arbol de la vida cabalístico, que recibe el nombre de Gueburáh, "Justicia". Se relaciona a esta esfera con Marte, divinidad que encarna la guerra y la discordia como fuerzas autónomas de destrucción. Gueburáh recibe también el nombre de Din, "Juicio", porque separa una realidad de otra, la vida de la muerte).

Desde el punto de vista astrológico, Plutón en Sagitario, se encuentra en oposición con Saturno en Géminis. Plutón simboliza La Fuerza de lo Inconsciente Colectivo en su aspecto más terrible. Es un símbolo de la Gran Diosa. Encarna la dinámica de muerte-renacimiento que caracteriza el fluir de los acontecimientos vitales. Saturno, símbolo del control, el dominio, la rigidez y el aferramiento a las estructuras materiales con tanto trabajo obtenidas, encarna un aspecto del principio masculino.

La oposición es un aspecto inarmónico, lo que quiere decir que la transformación que Plutón (la Gran Diosa) exige no será nada fácil. Se pondrán las mayores trabas al proceso y se tenderá a aferrarse a las estructuras y actitudes detentadas por el ego patriarcal.

Bajo este tránsito los países Occidentales, a la cabeza de los cuales se encuentra Estados Unidos, se verán forzados a rendirse frente a los acontecimientos actuales. Las pérdidas de bienes materiales, la baja en la economía, la crisis en la bolsa... irán intensificándose hasta el mes de Diciembre (momento en que el efecto colectivo del tránsito cesa). Sin embargo, estas son "perdidas necesarias", teniendo en cuenta que la balanza estaba excedida del lado de la Hybris patriarcal. En efecto, Estados Unidos, como el resto de los países Occidentales "desarrollados" , se creían intocables, lo que les hacía creer en su poder, su control y su dominio frente al resto del mundo. Pero, al igual que sucede a pequeña escala con el individuo, cuando el ego consciente se cree dueño y señor de su casa, lo inconsciente le obliga a enfrentarse a una situación difícil, a fin de bajarle del pedestal en el que se encontraba y acercarle a la Tierra Madre, de la cual él es hijo.

El tenaz y porfiado intento de resistirse a lo inevitable (la toma de conciencia de su situación y de la barbarie de su actitud) puede culminar en un conflicto bélico contra aquél que se considera el chivo expiatorio, receptor de todas las proyecciones de la sombra del occidental. Sin embargo, sería por demás aconsejable, en este caso, adquirir una gran disciplina para hacer frente a las pérdidas y conseguir hacer lo máximo que se pueda, con los pocos recursos con los que se va a contar en los próximos meses.

La resistencia y la supresión de los sentimientos de dolor o su transmutación en ira, odio y violencia contra el enemigo (que no es otro que la propia actitud unilateral) pueden conducir a un endurecimiento del corazón, para utilizar un lenguaje bíblico, a favor de las consideraciones de carácter pragmático. La actitud de apertura del corazón a la nueva dimensión de la experiencia y de la vida que se abre es el único antídoto que puede evitar una tragedia aún mayor.

El ateismo y la carencia de espiritualidad del occidental contemporáneo necesita ser transformada. Y es la estructura interna de todos los involucrados la que está transformándose. Hay que aceptar el mundo de la naturaleza salvaje, el animal interior, Dionisio, el consorte de la "Gran Diosa", para redimir el actual estado de cosas. Y para ello hay que afrontar el pasado con gran furia, encauzar la agresividad que ahora aflora en pro de un mayor avance en el ámbito de la conciencia de uno mismo y de los demás.

 

© José Antonio Delgado González 2001.

{/viewonly}